Eli Wurman (Pacino) es un relaciones públicas de Nueva York cuyos mejores días ya han pasado y al que sólo le queda un cliente. Mientras intenta preparar una gala benéfica tocando todas las teclas a las que tiene acceso y cobrándose viejos favores, un encargo de su cliente le empuja aún más cerca del borde de la crisis nerviosa al convertirle en testigo de un asunto turbio que implica a gente muy poderosa.
Al Pacino es único. Él sólo es capaz de llevar adelante la película, pero es que en ella no hay nada más de interés. La historia se diluye demasiado al tratar tantos temas que al final no cuenta nada. Los últimos días de un profesional acabado, el amor imposible con la viuda de su hermano, el descubrimiento de la corrupción entre altos cargos de la ciudad... Todos esos eran buenos temas, pero la película no desarrolla ninguno y el espectador se queda con la impresión de haber visto un tráiler larguísimo.
Recomendada para los fanáticos de Al Pacino.
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